
En la oportunidad, el licenciado en
historia y magíster en filosofía Pablo Aravena, expuso como tesis que
donde se implanta la gestión patrimonial se congela la historia. Esto se
demostraría claramente en Valparaíso, cuidad que “ha desechado
oportunidades de desarrollo por no perder una supuesta identidad, la
cual ha sido instalada desde las cúpulas de poder”.
En este contexto, explica el académico
invitado por la FACSO, la imagen y la publicidad funcionan para inculcar
ciertas nociones de historia, de identidad y de patrimonio que incluyen
“postales ineludibles de un Valparaíso editado”. Se trataría de
“imágenes canónicas o de consenso que tributan a la industria turística
patrimonial y son fomentadas por organismos de gobierno para redefinir a
la Ciudad Puerto como Ciudad Patrimonial”.

El conferencista y autor de
“Memorialismo, Historiografía y Política” (Escaparate, 2009) explicó a
una audiencia compuesta mayoritariamente por estudiantes de las carreras
de Psicología, Sociología y Trabajo Social de la Universidad Central,
que el turismo patrimonial requiere de la “construcción de una memoria
hegemónica que produzca sentido sobre la historia de un lugar, que en el
caso de Valparaíso sería que esta ciudad posee una rica cultura”. Es
así que no sería azaroso que el único ministerio cuya sede principal no
está en Santiago fuera el Ministerio de la Cultura y las Artes.
Este “Encuentro en las Fronteras de las
Ciencias Sociales” concluye al demostrar que la baja actividad portuaria
de Valparaíso no se debe a un destino fatal, en tanto hay puertos en
Chile que hoy mueven mucha más carga. “Alguien decidió por la ciudadanía
que en el Muelle Barón, a pesar de sus óptimas condiciones para la
actividad portuaria, se construyeran proyectos inmobiliarios que dan sus
impuestos al municipio y no al Estado como lo hacen los puertos”.